Las hermanas Matilde y Encarnación regentaban un estanco que no abrieron el 11 de junio de 1952. Las alarmas saltaron cuando ninguna de ellas fue a una reunión familiar. Ellas no solían faltar a ese tipo de eventos y nunca cerraban el estanco sin motivo. Cuando el sobrino de ellas se acercó al estanco las vio sin vida.