A veces las palabras se pierden, se traspapelan o simplemente se olvidan. No fue el caso de las de Marcelino que sirvieron de refugio a su esposa y, sobre todo a su hija Josefina, a la que apenas conoció. Pero, como verán ustedes en este viaje, esas cartas nos sirven de billete para empezar este viaje desde Xixón al campo de concentración de Camposancos, en A Guarda (Pontevedra).