¡Cuán fácil es caer al suelo a causa del pecado, pero cuán difícil es volverse a levantar para continuar caminando el Camino!
Estoy seguro de que todos lo hemos experimentado de una manera u otra, en un grado u otro. El pecado siempre está en frente de nosotros; siempre está pronto a causar estragos, siempre listo para enfriar nuestros corazones, siempre decidido a apartarnos del Salvador, y siempre dispuesto para robarnos el gozo, y para matarnos, de ser posible.
No es necesario que usted salga en busca del pecado, sólo requiere que lo busque en su corazón. Si es honesto consigo mismo, no tardará mucho en hallar la siempre-lista-a-germinar semilla de la concupiscencia; no se necesita que mire algo perverso para caer en pecado, sólo basta que mire su corazón y lo contemple para que en menos de lo que “canta un gallo”, ya tenga un pensamiento lujurioso, y comience a ser carcomido por el fuego infernal del deseo pecaminoso (sólo por mencionar algo puntual).